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Por primera vez en la historia de Costa Rica y América Latina, un equipo de científicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) y el Laboratorio de Química de la Atmósfera (Laqat) de la Universidad Nacional (UNA), con ayuda de drones, lograron tomar muestras y mediciones del agua de los lagos formados en los cráteres de los volcanes Poás y Rincón de la Vieja, para fines de vigilancia e investigación geoquímica y vulcanológica.

Este trabajo de campo estuvo a cargo de los científicos. María Martínez, coordinadora del laboratorio de Geoquímica del Ovsicori y Juan Pablo Sibaja, director del Laqat de la Escuela de Química de la UNA. Precisamente Martínez recordó el momento cuando se recolectó la primera muestra de agua con el uso de drones: “Yo sólo miré, salté, y grité eufórica al ver que el drone era recuperado cargando la valiosa muestra: 250 mL de la preciosa, tibia (40 Celsius), ácida (pH=0.31), e hipersalina, agua del lago del cráter del Poás...”, externó la geoquímica, mientras una lágrima recorría su mejilla.

Para la recolección de la muestra se utiliza una botella con una cuerda atada a los drones, con la cual con la ayuda de un balín desciende para recolectar el agua de las zonas centrales del lago o de aquellas partes que resultan imposibles ingresar, debido a la peligrosidad del sitio.

Sibaja comentó que, a la fecha según documentación revisada, esta técnica de muestreo y medición de lagos cratéricos con drones, sólo se ha realizado en Estados Unidos, Italia y Japón, por lo que Costa Rica y la UNA son pioneras en su implementación en América Latina. “La muestra recolectada brinda información del estado actual del lago, las variaciones en la temperatura, el grado de acidez, la composición de los sulfatos, cloruros y fluoruros, así como para determinar el incremento en la actividad del coloso”, explicó Sibaja.

Martínez indicó que con el uso de los drones se acorta el tiempo de recolección de las muestras en las lagunas a menos de una hora, lo que cotidianamente demora más de tres horas, ya que en muchas ocasiones los vulcanólogos descienden con cuerdas o caminan por terrenos muy inestables dentro del cráter volcánico hasta la orilla de la laguna. También, se reduce la probabilidad de que la persona sufra lesiones en sus articulaciones o enfrente una eventual erupción con lanzamiento de rocas y material incandescente poniendo en peligro su vida.


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