- No se puede pensar en turismo sin imágenes y sin la imaginación.
Erika Fernández
Periodista Periódico Mensaje
El turismo es una de las actividades económicas más dinámicas del mundo y la más importante de Costa Rica y en especial de Guanacaste. Sin embargo, abordar el turismo como un campo de estudio que solo implemente políticas de atracción de inversión y turistas hacia un destino turístico, a partir de ciertos factores como los geográficos y económicos, no es suficiente para entenderlo cabalmente” expresó Esteban Barboza Núñez, profesor catedrático de la Sede Regional Chorotega, de la Universidad Nacional (UNA) y autor de la investigación en torno a la relación entre los imaginarios sociales y el turismo, condensada en sus dos últimos libros “Las playas imaginadas, turismo, imaginarios sociales y discurso colonial,” del año 2020, y “El escaparate verde: turismo, imaginarios sociales e identidad nacional en Costa Rica, del año 2021, ambos de la editorial Arlequín.
En la investigación se plantea que, más allá de las políticas públicas o de las tendencias macroeconómicas globales, son los imaginarios sociales y, específicamente, los imaginarios turísticos, los verdaderos influenciadores en los modelos de desarrollo turístico implantados en la provincia, en pleno contrapunteo con las políticas públicas y disposiciones económicas del país.
“Porque sin imágenes y sin imaginación no se puede pensar en turismo. Desde esta arista y dentro de un contexto filosófico se aborda esta investigación, donde se trata de ver la función de la imaginación en funcionamiento de las sociedades”, explicó Barboza, autor de la investigación.
Luego agregó “las imágenes son mediadoras de lo que un turista se motive hacer en un determinado destino turístico, muchas de sus actividades van a estar influenciadas o asociados a esas imágenes”.
La primera gran asociación de Costa Rica con los imaginarios turísticos es la de ser un paraíso tropical, inexplorado, verde, y que invita al turista a convertirse en un explorador conquistador contemporáneo, que revive la fantasía de escapar de la cotidianidad moderna para imbuirse en un mundo primigenio, rodeado de junglas exóticas, pobladas por animales cuasi fantásticos, presto a ser consumidos por la mirada y las experiencias del turista. Esta idea de impulsar este tipo de imaginario tiene un comienzo, al menos su implementación formal, en 1984, cuando el Instituto Costarricense de Turismo optó por posicionar al país como un destino de naturaleza, con una campaña publicitaria cuyo lema era “Costa Rica: it’s only natural”, y así diferenciarse de otros destinos vecinos, principalmente en el Caribe, que más bien enfatizaban el sol y la playa), describe la investigación.
Asimismo, el estudio destaca que entre 1985 y 2014, bajo el lema “No Artificial Ingredients”, todas las campañas enfatizaron los atractivos naturales del país, como sus parques nacionales, sus volcanes, y sus playas, vistas entonces como extensiones de esa naturaleza exuberante que se promocionaba, y no como el lugar del resort todo incluido. El componente humano y cultural siempre pasó a un segundo plano, y, básicamente, lo que se rescataba era la imagen de la tradición democrática y la estabilidad política del país, especialmente en una época en la que sus vecinos centroamericanos se enfrascaban en guerras fratricidas
De modo paralelo, Guanacaste comienza con proyectos de desarrollo inmobiliario y promoverse como un destino, de sol, playa y naturaleza. Estas tendencias, a su vez, empezaron a sustentar y a ser sustentadas en un proceso simbiótico, por imaginarios turísticos que no solamente eran el simple acompañamiento promocional que podría suponer una campaña mediática acerca de un país, indica la investigación.
Estos modos de imaginar el paisaje y, posteriormente, de construir el espacio, marcan tendencia incluso en cuanto a los estilos arquitectónicos implementados como resultado tangible de los imaginarios turísticos.
“Sin embargo, no se puede hablar de desarrollo turístico, sin incluir la cultura local y los modos de vida auténticos de las personas que viven en lugar”, indicó el Profesor.
Guanacaste es una provincia rica en sus bellezas naturales, con elementos variados y diversos, no solo es sol y playa, es mucho más que eso. Por eso, la percepción e imaginación son componentes esenciales, para analizar el turismo, tomando en cuenta su carácter multidimensional y sistémico, incluyendo la variable de los imaginarios sociales. La sostenibilidad ambiental, es otro componente que no debe desligarse del desarrollo turístico y debe ser un símbolo de los imaginarios turísticos.
Guanacaste es mucho más que sol y playa, por eso la motivación del viaje debe integrar más imaginarios turísticos, prevaleciendo el componente de cultura local. Su gastronomía milenaria, su cultura precolombina; plasmada en su cerámica ancestral, su población longeva y estilos de vida, reconocida como una de las cinco zonas azules del mundo, deben ser relevantes en la estrategia de promoción de Guanacaste.
“La elección de un destino, sin haberlo visitado anteriormente, es la interacción entre imágenes, publicidad, promoción y el propio bagaje cultural, es la primera instancia que nos forma la idea de ese lugar”, explicó el Catedrático.
Por su parte, los símbolos, son los elementos de índole imaginario, y es el encuentro entre el viajero y el lugar que se va a explorar, un ejemplo palpable es el símbolo de sol y playa. Las sociedades básicamente funcionan a partir de relaciones entre lo simbólico y lo imaginario, y su simbiosis con las prácticas cotidianas, de ahí lo importante de reconocer los símbolos turísticos y promoverlos en todas sus aristas, para permear los sectores sociales más vulnerables de la sociedad.
“Lo real o concreto en una sociedad o en el caso particular del turismo, en un destino turístico, no puede disociarse nunca de lo simbólico”, resaltó el Profesor.
Un destino turístico, siempre tendrá una continua interacción entre los imaginarios sociales, los turísticos y el funcionamiento real del destino.
En conclusión, la investigación destaca que es importante recurrir a la cuestión de los imaginarios para poder entender mejor lo que sucede en muchos destinos turísticos, desde que se plantean políticas de desarrollo y atracción de inversión extranjera directa, hasta que el destino esté en pleno funcionamiento, y aún después. Una de las premisas básicas de los teóricos de la cuestión de lo imaginario y su relación con la constitución de las sociedades modernas es no solamente abordar el asunto de la imaginación por sí misma, sino tratar de analizarla y entenderla como síntesis, y, principalmente, como fuente de lo real y de lo social; es decir, como modo de imaginarnos como personas, sociedades, naciones, y cómo nos desenvolvemos a partir de las formas en que nos imaginamos. Acá no se trata, entonces, de discutir si los imaginarios sociales son verdaderos o falsos, a partir de una “realidad” específica, más bien se trata de analizar los modos en que las sociedades se perciben, y, a la vez, se constituyen, se desarrollan y sobreviven.
En el caso del turismo, es necesario trazar el papel de los imaginarios en el devenir de un destino turístico, que permee las zonas rurales y redistribuyendo los recursos de una forma más equitativa e inclusiva.
La aplicabilidad de la variante imaginaria es viable en todo lugar, y, más que viable, es necesaria si queremos tener una mejor comprensión de los modos en que un destino turístico funciona y, al mismo tiempo, poder incidir en su funcionamiento a través del incentivo de ciertos discursos en los que tanto los habitantes locales como sus recursos puedan tener una participación más equitativa en el sistema turístico.